¡Golpe a las sombras! Interceptan lúgubre travesía armamentista en la Triple Frontera
La noche se tiñó de tensión y adrenalina cuando los agentes de la Dirección General de Aduanas se pusieron en guardia y frenaron en seco un siniestro intento de contrabando en la enigmática Triple Frontera. La misión de contrabandistas tenía un destino siniestro: armar al país vecino con un arsenal de guerra.
Todo comenzó en el Puente Internacional San Roque González de Santa Cruz, donde un misterioso sujeto al volante de un Ford Ka intentó cruzar desapercibido. Pero los aduaneros, astutos cazadores de secretos, detectaron su inusual nerviosismo. Esa ansiedad ardía como fuego y delataba su oscuro propósito.
Convocaron al equipo especializado, que tras inspeccionar el vehículo, halló señales de cambios recientes y un baúl que delataba su disfraz. Con el sospechoso sujeto rodeado, el escáner de rayos X destapó la trama oculta: un doble fondo camuflado bajo el paragolpes y extrañas formas tras los paneles laterales.
Las fuerzas de seguridad, aliadas del bien, llegaron al rescate. Con la autorización del Juzgado Federal de Posadas, el vehículo se sometió a un minucioso desarme. Allí, entre sombras y secretos, emergió un tenebroso arsenal de armas de fuego de origen turco.
Siete fusiles semiautomáticos calibre 12 mm, marca Derya VR90, y un fusil semiautomático calibre 223 mm se mezclaban con cuatro pistolas automáticas calibre 9 mm. El valor de lo confiscado ascendía a más de $10 millones, pero en el mercado negro, el precio era aún más escalofriante.
La ley es implacable con aquellos que intentan jugar con las tinieblas. Los 864 y 867 del Código Aduanero prevén penas severas para quienes desafíen la luz y declaren la oscuridad de sus actos. El contrabando, un baile peligroso, lleva aparejada una condena de 4 a 12 años de prisión. El conductor del Ford Ka, atrapado en su propia trampa, quedó bajo custodia e incomunicado.
La sombra de la verdad se alzó a medida que el hombre detenido revelaba sus secretos. La travesía de este sombrío cargamento tenía una estación de destino: Brasil. Una nueva ruta de misteriosas andanzas, que antes se había dejado entrever en los confines fronterizos entre Brasil y Paraguay, en las tierras de Saltos del Guayrá y Pedro Juan Caballero.
El sol brilla ahora sobre esta siniestra odisea y los agentes de la luz han prevalecido. Las armas de guerra no serán sembradas en el vecino país. La oscuridad ha sido despejada, y el amanecer de la seguridad ilumina una nueva aurora para la Triple Frontera.